Los Sucesos

Se conoce como sucesos de La Villa de Don Fadrique a los hechos que tuvieron lugar en dicha localidad el 8 de julio de 1932, al producirse una huelga durante la siega que acabó derivando en una revuelta campesina de carácter comunista con enfrentamientos y tiroteos entre unos campesinos de la localidad y la Guardia Civil, así como el incendio de eras, maquinaria agraria y el corte de las telecomunicaciones telefónicas y terrestres: estas últimas, la carretera y el ferrocarril.

El balance final fue la muerte de un guardia civil y cinco compañeros suyos heridos, un propietario muerto, dos campesinos muertos y otros veintiuno heridos, y más de sesenta detenidos.

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El 9 de julio de 1932, las agencias de prensa difundían los acontecimientos que se habían producido el día anterior en Villa de Don Fadrique.

Los sucesos acaecidos en este pequeño municipio parecían revestir suma gravedad. Se hablaba de sedición y de intento revolucionario.

El balance final de la jornada fue la muerte de un guardia civil y cinco compañeros suyos heridos, un propietario muerto, dos campesinos muertos y otros veintiuno heridos, algunos de extrema gravedad y más de sesenta detenidos.

Desde el primer momento se estableció que la causa estribaba en un conflicto de siega y se atribuyó la autoría y paternidad del movimiento a los comunistas.

Para resaltar el carácter revolucionario de los hechos, se relataba que los obreros, armados, se habían reunido en las afueras, y con el firme propósito de aislar la población, habían cortado las comunicaciones: la línea telefónica, la vía férrea y las carreteras. Mientras esto ocurría, grupos de sediciosos, entre los que destacaban las mujeres por su ardor revolucionario, prendían fuego a las eras y destrozaban los aperos de labranza y la maquinaria agrícola. Se describía con ribetes dramáticos: “En pocos momentos las llamas tomaron gran incremento y amenazaban con rodear las casas en un círculo trágico, a poco que los incendiarios pudieran persistir en su obra”[1]

Se intentaba buscar un paralelismo con Castilblanco[2], de triste memoria.

La Guardia Civil, que había acudido a restablecer el orden, había sido agredida. Nada habían podido hacer las autoridades para mediar en el conflicto. Tras su intervención, se había recrudecido el tiroteo. Durante más de dos horas los miembros de la Benemérita sufrieron el asedio en la corraleta en la que se habían refugiado. Sólo la llegada de tropas de refuerzo habían impedido una masacre.[3]

Al atardecer ya había retornado la tranquilidad. A esas horas las instalaciones del Ayuntamiento albergaban a numerosos heridos y detenidos, y algunos obreros habían emprendido la huida. El General Cabanellas[4], director de la Guardia Civil, era aclamado por unas cuantas personas que se congregaban ante el cuartel, y los guardias que habían intervenido en la refriega eran ovacionados por la “gente de orden”.

Se trataba de una calma aparente, no exenta de tensión. Las calles estaban prácticamente desiertas, pues los habitantes se habían refugiado en sus casas. Grupos armados de paisanos, autorizados por el Gobernador Civil, patrullaban por el pueblo.

Durante algunos días la prensa se dedicó a analizar los factores que habían determinado semejante estallido de violencia.

Todos los análisis coinciden en una aserción, la ineludibilidad del enfrentamiento; de ello se desprende la consecuente posibilidad de prevención por quienes tuvieran conocimiento de la realidad fadriqueña y estuvieran obligados a garantizar y mantener el orden público. Pudo haber existido una dejación de funciones, y de esto se deriva una exigencia de responsabilidades.

Agitación, utopía y comunismo son los argumentos esgrimidos para la descripción de la situación social previa al conflicto: “Un pueblo en constante agitación por las utopías de unos sujetos que se apellidaban comunistas”.[5]

Pero ninguno de esos factores son concluyentes; debe contarse con otro elemento, la existencia de un terreno abonado para que tales semillas germinaran, la certeza de un caldo de cultivo propicio a la revuelta. Porque es bien cierto la existencia de una amplia masa de trabajadores que, defraudados por el régimen republicano, poseían cifradas esperanzas en la experiencia comunista; que acogían con orgullo la denominación de “Pequeña Rusia” con que últimamente se designaba a Villa.

Sobre los trabajadores recaía el peso de unas acciones violentas, pero los patronos debían asumir también su contribución al conflicto. La prensa recordaba que continuamente se oían quejas en el sentido de que no cumplían las Bases de Trabajo, se burlaban de la ley y seleccionaban la mano de obra de acuerdo con las ideas políticas del campesinado. Es más, su falta de visión política, su negativa a reconocer la representatividad de las organizaciones obreras, la persecución que habían desatado contra los trabajadores afiliados al sindicato ugetista, y su determinación a “sitiarlos por hambre”, habían colaborado en la radicalización proletaria.[6]

A través de los periódicos, la mayoría de tendencia conservadora y con una visión sesgada, como acabamos de comprobar, Villa de Don Fadrique aparece, como un pueblo escindido. Por ello es necesario prescindir de lo anecdótico y recurrir a analizar históricamente la revuelta campesina que tuvo lugar en el municipio toledano de La Villa de Don Fadrique en el año 1932, examinando, en primer lugar, el contexto político y social en el que se enmarcan los sucesos allí acaecidos, tanto a escala nacional como local, para después, estudiar las causas que los provocaron y analizarlos de manera detallada, atendiendo fundamentalmente a las fracturas que recorrían internamente la sociedad fadriqueña y que conducían casi inexorablemente al enfrentamiento. Sólo así se entreverán y entenderán las causas y motivaciones que condujeron al enfrentamiento.


[1] Ahora, Año III nº489. 9 de julio de 1932. pág.1
[2] Se conoce como sucesos de Castilblanco al enfrentamiento habido en la localidad española de Castilblanco (Badajoz), el 31 de diciembre de 1931, entre unos campesinos de la localidad y la Guardia Civil que acabó con la muerte de un campesino y el linchamiento de cuatro miembros de ese cuerpo. Fue el inicio de una "semana trágica" en el primer bienio de la Segunda República.
[3] ABC. Año XXVIII. nº 919. 9 de julio de 1932. pág. 24
[4] Miguel Cabanellas Ferrer (Cartagena, 1 de enero de 1872 – Málaga, 14 de mayo de 1938) fue un general del ejército español y uno de los cabecillas del pronunciamiento que desembocó en la Guerra Civil Española.
[5] La Tierra. Año III. Nº484. 9 de julio de 1932. pág. 1
[6] J. del Betis. “Frutos del mal”.  El Castellano, 14 de julio de 1932. pág. 2

1 comentario:

  1. Muy buen trabajo, excelente blog. Te he incluido en un pequeño post que tengo en un blog para que mis estudiantes trabajen por sí mismos el tema de la conflictividad en la II República.

    https://socialesparaeso.wordpress.com/2011/03/20/conflictividad-social-durante-la-ii-republica-castilblanco-arnedo-y-casas-viejas/

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